viernes, 23 de noviembre de 2007

Llueve en el cielo

Cuando llueve en el cielo, las gotas caen para arriba sin ganas, sin emoción, con la necesidad de escaparse y mojar a alguien más que los ángeles.
Cuando no llueve, Dios se aburre.

viernes, 16 de noviembre de 2007

El nuevo cielo

Y muchos marines de los mandarines
que cuidan por vos las puertas del nuevo cielo.-

Indio Solari

lunes, 12 de noviembre de 2007

Desde abajo

Miró al cielo y vio que parecía bueno.
Miró a su alrededor y no le gustó lo que vio.
Entonces decidió no mirar más hacia arriba.

Desde el cielo

Dios miró a su alrededor y vio que el cielo era bueno.
Miró hacia abajo y vio que su creación no le gustaba.
Entonces se ocupó sólo del cielo.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Pregunta

Miró al cielo y esperó una respuesta a su pregunta.
Nadie le respondió.
Llovía.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

En el cielo

Hasta en el cielo debe haber
una que otra injusticia.

Juan Fernández

Juguetes perdidos

Banderas en tu corazón.
yo quiero verlas
ondeando luzca el sol o no.
banderas rojas, banderas negras,
de lienzo blanco en tu corazón.
Perfume al filo del dolor.
así invisible.
licor venéreo del amor
que está en las pieles, sedas de sedas,
que guarda nombres en tu corazón.
Son pájaros de la noche
que oímos cantar y nunca vemos.
cuando el granizo golpeó
la campana sonó.
despertó sus tristezas atronando sus nidos.
Esperando allí nomás,
en el camino, la bella señora está desencarnada.
cuando la noche es más oscura
se viene el día en tu corazón.
estás cambiando más que yo (yira, yira, yira).
Asusta un poco verte así (yira, yira, yira).
cuanto más alto trepa el monito,
así es la vida, el culo más se le ve.
Yo sé que no puedo darte
algo más que un par de promesas, no:
ticks de la revolución,
implacable rocanrol
y un par de sienes ardientes que son todo el tesoro.
Tan veloces son.
como borrones, así veloces.
hundiendo el acelerador.
atragantados por los licores.
soplando brasas en tu corazón.
Vas a robarle el gorro al diablo así:
adorándolo, como quiere él, engañándolo.
sin tus banderas, sedas de sedas,
que guardan nombres en tu corazón.
Este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene.
por primera vez vas a robar algo más que puta guita.
Cuando la noche es más oscura
se viene el día en tu corazón.
sin ese diablo que mea en todas partes
y en nigún lado hace espuma.

Indio Solari

sábado, 3 de noviembre de 2007

FIN DEL MUNDO DEL FIN

FIN DEL MUNDO DEL FIN

Como los escribas continuarán, los pocos lectores que en el mundo

había van a cambiar de oficio y se pondrán también de escribas. Cada vez

más los países serán de escribas y de fábricas de papel y tinta, los escribas

de día y las máquinas de noche para imprimir el trabajo de los escribas.

Primero las bibliotecas desbordarán de las casas; entonces las

municipalidades deciden (ya estamos en la cosa) sacrificar los terrenos de

juegos infantiles para ampliar las bibliotecas. Después ceden los teatros, las

maternidades, los mataderos, las cantinas, los hospitales. Los pobres

aprovechan los libros como ladrillos, los pegan con cemento y hacen

paredes de libros y viven en cabañas de libros. Entonces pasa que los libros

rebasan las ciudades y entran en los campos, van aplastando los trigales y

los campos de girasol, apenas si la dirección de vialidad consigue que las

rutas queden despejadas entre dos altísimas paredes de libros. A veces una

pared cede y hay espantosas catástrofes automovilísticas. Los escribas

trabajan sin tregua porque la humanidad respeta las vocaciones y los

impresos llegan ya a orillas del mar. El presidente de la República habla por

teléfono con los presidentes de las repúblicas, y propone inteligentemente

precipitar al mar el sobrante de libros, lo cual se cumple al mismo tiempo

en todas las costas del mundo. Así los escribas siberianos ven sus impresos

precipitados al mar glacial, y los escribas indonesios, etcétera. Esto permite

a los escribas aumentar su producción, porque en la tierra vuelve a haber

espacio para almacenar sus libros. No piensan que el mar tiene fondo y que

en el fondo del mar empiezan a amontonarse los impresos, primero en

forma de pasta aglutinante, después en forma de pasta consolidante, y por

fin como un piso resistente, aunque viscoso, que sube diariamente algunos

metros y que terminará por llegar a la superficie. Entonces muchas aguas

invaden muchas tierras, se produce una nueva distribución de continentes y

océanos, y presidentes de diversas repúblicas son sustituidos por lagos y

penínsulas, presidentes de otras repúblicas ven abrirse inmensos territorios

a sus ambiciones, etcétera. El agua marina, puesta con tanta violencia a

expandirse, se evapora más que antes, o busca reposo mezclándose con los

impresos para formar la pasta aglutinante, al punto que un día los capitanes

de los barcos de las grandes rutas advierten que los barcos avanzan

lentamente, de treinta nudos bajan a veinte, a quince, y los motores jadean y

las hélices se deforman. Por fin todos los barcos se detienen en distintos

puntos de los mares, atrapados por la pasta, y los escribas del mundo entero

escriben millares de impresos explicando el fenómeno y llenos de una gran

alegría. Los presidentes y los capitanes deciden convertir los barcos en islas

y casinos, el público va a pie sobre los mares de cartón a las islas y casinos,

donde orquestas típicas y características amenizan el ambiente climatizado

y se baila hasta avanzadas horas de la madrugada. Nuevos impresos se

amontonan a orillas del mar, pero es imposible meterlos en la pasta, y así

crecen murallas de impresos y nacen montañas a orillas de los antiguos

mares. Los escribas comprenden que las fábricas de papel y tinta van a

quebrar, y escriben con letra cada vez más menuda, aprovechando hasta los

rincones más imperceptibles de cada papel. Cuando se termina la tinta

escriben con lápiz, etcétera; al terminarse el papel escriben en tablas y

baldosas, etcétera. Empieza a difundirse la costumbre de intercalar un texto

en otro para aprovechar las entrelineas, o se borra con hojas de afeitar las

letras impresas para usar de nuevo el papel. Los escribas trabajan

lentamente, pero su número es tan inmenso que los impresos separan ya por

completo las tierras de los lechos de los antiguos mares. En la tierra vive

precariamente la raza de los escribas, condenada a extinguirse, y en el mar

están las islas y los casinos, o sea los transatlánticos, donde se han

refugiado los presidentes de las repúblicas y donde se celebran grandes

fiestas y se cambian mensajes de isla a isla, de presidente a presidente y de

capitán a capitán.


JULIO CORTÁZAR, Historias de cronopios y de famas.