domingo, 9 de diciembre de 2007

Dos segundos

y entonces habremos de saber para siempre que no hay vallas que contengan a un loco que quiere dejarse caer en el vacío. Lo sabremos tanto como sabemos que la lluvia duele menos cuando se ve venir. Lo sabremos tanto como sabemos que entonces las gotas son refugios, son oasis, y lo cubren todo hasta que vuelva a llover.

y entonces habremos de correr en loca carrera, para alejarnos de un miedo que hace temblar los pies, las manos, los ojos y las pupilas que las habitan. Un miedo que muestra los dientes mientras puede, pero que se achica y se recluye cuando se lo amenaza con los puños apretados.

porque el loco saltará al vacío en cuanto pueda, con una lágrima abrazándolo, y en ese mismo momento se sabrá vencedor. Y cuando se sepa vencedor seguirá rumbo al abismo, rumbo a un abismo que no debería haber estado ahí. Pero está, y entonces ¿cómo evitarlo, cómo no mirarlo a los ojos, cómo no querer pedirle la mano y dejarle dibujado un beso? ¿Cómo no escuchar su canto dulce, cómo no leer su voz, cómo no soñar una y otra vez con ese abismo? Un abismo que sólo parecerá profundo visto desde abajo. Un abismo que se ríe del miedo y lo mete en un cajón. Un abismo al que no habrá loco que se resista. No éste loco.

y entonces habremos de saber que la locura es viento, y que el viento no se deja frenar por nada en el mundo. Que el viento se deja llevar y derriba todas las vallas, las que se ven y las que no, las que se intuyen y las que simplemente están ahí porque sí.

porque no hay vallas que contengan a un viento que quiere dejarse caer en el vacío.

y allá va el viento. Va sin rumbo, sin norte, sin miedo. Va con los ojos cerrados. Ciego. Va como quien sabe que no hay vuelta atrás.-

1 comentario:

Señor J. dijo...

Hola Diego!
Este poema es tuyo? Es buenísimo! Si no es tuyo, te felicito igual por darlo a conocer.
Un abrazo
Señor J.
Oficio de tinieblas